Industria alimenticia mujeres enjauladas!!!
En el 2001, despidieron a más de cien compañeras contratadas que demandaban su efectivización, e incorporaron varones en la línea de empaque. Después de esto, a los pocos meses me echaron a mí, por ser parte activa del reclamo de mis compañeras, pero amplifiqué la denuncia de las condiciones en las que nos encontrábamos las mujeres trabajadoras de PepsiCo y, con una gran campaña, le doblamos el brazo a la empresa que tuvo que reincorporarme. La complicidad de la burocracia de Daer, del sindicato de la Alimentación, le permitió a la patronal imponerla super explotación a su antojo. En PepsiCo, antes del 2001, los varones de las líneas de producción fueron reemplazados por mujeres. Éramos más del 60% de la fábrica. Con el tiempo, cada vez fuimos menos trabajadoras por máquina y se aceleró la velocidad: si en una máquina que armaba 45 paquetes por minuto éramos tres o cuatro compañeras, ahora somos una o dos empacando, seleccionando, recuperando los paquetes que se rompen y manteniendo limpio el sector, con máquinas más modernas que arrojan hasta 120 paquetes por minuto. Al poco tiempo, comenzamos a sentir en nuestros cuerpos el desgaste que traía aparejado el aumento de los ritmos de producción y las múltiples tareas. Lo que comenzó con un simple dolor, terminó transformándose en tendinitis, hernias de disco y cervicales: enfermedades irreversibles. Las compañeras afectadas por estas enfermedades no podían continuar con las mismas tareas. Fue entonces que la patronal las derivó a una jaula, donde limpiaban con alcohol las fi -guritas, stickers y pequeños juguetes que vienen en los paquetes de papas fritas como promoción. ¡Un castigo por enfermarse a causa de la super explotación que nos imponen! Ese lugar era literalmente una jaula, donde las compañeras sentadas en cajas, pasaban frío en invierno y calor en verano. Era el único lugar donde las dejaban estar, no se les permitía salir más que para ir al baño, mientras que al resto de las trabajadoras y trabajadores de la planta no nos permitían entrar allí sin recibir algún llamado de atención del supervisor. Esa jaula, destinada al depósito de cajas, terminó siendo un verdadero depósito de las mujeres trabajadoras que la patronal consideraba un “despojo humano”, después de haberles minado su salud con los ritmos de explotación. Muchas quedaron con un 30% de discapacidad, algunas fueron despedidas directamente porque la patronal adujo que no había puestos laborales acordes a sus “limitaciones”. Así y todo, no bajamos los brazos. Hicimos una denuncia que a la empresa le costó medio millón de pesos y la jaula desapareció. Pero a las compañeras siguen sin asignarles tareas y las enfermedades no se las cura nadie.¿Por qué la patronal es tan hostil con estas compañeras que lo único que reclaman es realizar tareas acordes a su situación? La respuesta es sencilla: la patronal sabe que detrás de estas compañeras hay muchas más en las mismas condiciones y el único objetivo de la empresa es explotar nuestra fuerza de trabajo al máximo. Atender a sus reclamos significa sentar un precedente, reconocer que lo que nos enferma son las condiciones de trabajo. Por eso la patronal apuesta al desgaste psicológico de las trabajadoras. La comisión interna que integro no dejará de pelear por bajar los ritmos de producción, y reclamar puestos de trabajo para las compañeras contra una patronal que, con el aval de los dirigentes sindicales vendidos, no sólo se contenta con explotar nuestra fuerza de trabajo, sino que pretende agotar hasta la última gota de nuestra sangre para que dejemos la vida en la fábrica, engrosando millonariamente sus bolsillos.
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