Mujeres en Prisión, Tejiendo Sueños hacia la libertad.

Por María Esther Espinosa Calderón

Periodista, ha colaborado en diversos medios, entre ellos el Uno más Uno, Mira, El Universal, Etcétera, 'Triple Jornada' del periódico La Jornada, y en la revista Fem

El tiempo pasa lento, como si no transcurriera, un día es igual a otro; se cuenta minuto a minuto. Un año se vuelve un siglo para las mujeres que están pagando alguna condena en algún centro de readaptación social, no importa que sea día de visita para ellas es igual. A diferencia de los penales de varones, en el de mujeres, no hay filas, ni aglomeraciones. Las mujeres se quedan como Penélope, tejiendo sueños y esperando la llegada del ser querido, que nunca vendrá. Porque son abandonadas por sus parejas, maridos o familia; o son madres solteras sin apoyo alguno, o están en una cárcel muy lejos de su ciudad o país de origen.

En los reclusorios femeniles es común que las visitantes sean también del mismo sexo; los hombres brillan por su ausencia. “Las mujeres que estamos en la cárcel somos como espíritus que deambulan por los mismos lugares. ¿Cuántas veces no habré pisado las mismas lozas en este lugar? La cárcel es como estar en una cripta, pero sin estar muerta, en espera del Juicio Final. Nosotras aguardamos ese juicio para salir al exterior, para salir a vivir”.[1]

as internas son castigadas y sancionadas no solo por las leyes penales, sino olvidadas y abandonadas por su familia y repudiadas por la sociedad. Por lo general, no son autoras, sino participes o cómplices empujadas por un varón, actúan como maniquís, por amor, por afecto o por solidaridad con sus seres queridos, característica no sólo de México sino de otros países. Están en prisión porque ayudan a encubrir el ilícito de los hombres, son madres que han ayudado a esconder la droga que el hijo lleva a casa, mujeres que han creído es parte de su obligación como esposas, novias o amantes.

El mundo carcelario esta compuesto por dos partes: las presas y las autoridades con las que conviven. No todos los funcionarios son iguales, hay unos que ejercen su autoridad apagados a derecho, sin embargo, abundan las situaciones de maltrato en el sentido de abuso de poder y de falta de respeto.

Las mujeres sufren desde el momento mismo de su detención y de ello dan cuenta sus historias que parecen salidas de una telenovela: torturas, violaciones, abandono y olvido.

“Siempre he creído que soy libre porque mi espíritu nadie lo puede aprisionar. Más llevo tantos años viendo injusticias y miserias. Viendo tanto dolor y sufrimiento de madres arrancadas de sus hijos. O hijas arrancadas de sus padres. O hijas de nadie: despreciadas, abandonadas, aborrecidas por la sociedad y su familia. He visto tanto que mi espíritu a veces ya no quiere viajar”.

 Su futuro está entre esas paredes, su juventud quedará entre rejas, abandonadas por sus familias y repudiadas por la sociedad. Nada volverá a ser igual en sus vidas. No obstante, ellas sueñan, hacen planes e incluso optan por la maternidad.

A ellas sólo les queda un sueño que se ve casi imposible: su libertad; mujeres que piensan en lo que pudo haber sido y no fue, mujeres a las que no les alcanza el tiempo para arrepentirse de dejarse llevar por una ilusión que las perdió en el encierro: olvidadas, culpables o inocentes, juzgadas por las leyes de los hombres, sólo ellas tienen la verdad.

Mire, le voy a decir una cosa: yo he tenido muchos problemas aquí porque lo quieren tratar a uno como basura. A veces me conformo y digo “estoy en la cárcel”; pero otras veces digo “pues ¿qué se creen estos?, y no me dejo.La directora provoca los problemas; por ejemplo, ahora nos quito toda la ropa que tuviera estampado, y eso lo hacen para recordarnos que somos presas y que ellos nos pueden hacer lo que quieran. Para todos nos dice: “lo que deben hacer es bañarse con agua fría y meterse el dedo”. ¿Qué formas de hablar son esas? Estamos presas, pero no somos basura; ¿ése es el ejemplo que nos dan?”.

Tomado de Mujeresnet.info