He llegado a un estado que ya no quiero oír tus te quiero, ¿para qué?, si cada vez que lo dices, cierras más y más el circulo de mi libertad, si cada vez que me lo dices inmediatamente me humillas, me golpeas, me esclavizas…
de nada sirve que luego pidas perdón।
Tu comportamiento cíclico me sume en una situación de miedo constante, pendiente de tus reacciones, temiendo tu enfado, dependiendo de tu aprobación…
me siento destruida, físicamente con tus golpes que luego intentas suavizar con besos que detesto, aún recuerdo tu última agresión solo pude protegerme con los brazos y ya, no pude controlar nada, ni mi propio esfínter, quede vacía en todos los sentidos, porque en mí solo cabía el terror.
Psicológicamente no tengo fuerzas, ¿cómo las voy a tener si ya he creído tu propósito de dañar a mis hijos, a mi familia o matarme a mí misma si te abandono? Si aún sigo aquí, no es porque sea masoquista o disfrute con tu dominio, como algunos creen, me siento indefensa y si ya de por sí es difícil romper una relación, más en este caso que estoy destruida, yo tenía ganas de vivir, y eso me lo ha sustraído tu maltrato.
Pero hoy he decidido, temblando y temiendo tu vuelta, que ya no puedo continuar, ya me siento muerta, aquí en esta relación en la que solo ejerces tu poder sobre mí, y no el amor, no por ser rubia o morena, alta o baja, simpática o antipática, diligente o vaga,…
solo por ser mujer.
Por ello tus amenazas de muerte ya no son efectivas, no se puede matar a quien ya no esta viva, quiero volver a vivir, quiero sentirme libre y ahora que te escribo esto, me doy cuenta lo paradójica que es la vida, soy yo la maltratada, la ultrajada, la despojada; pero me doy cuenta que eres tú en un abuso de poder, fuerza y agresividad quien lo ha perdido todo.
Con tus golpes me doblegabas, me sometías, me horrorizabas, me sangrabas; pero tú con cada uno de ellos hacías añicos tu dignidad, porque nadie la posee cuando no es capaz de respetar.
Con tus gritos, tus insultos, tus amenazas; me anulabas, me ultrajabas, me humillabas; pero tú con cada uno de ellos te alejabas más y más de la felicidad, porque tu corazón no conocía el amor, solo el odio y la agresividad.
Con tus prohibiciones, tus imposiciones, tus celos, tu tiranía; me dominabas, me enclaustrabas, me aislabas; pero tú perdías la capacidad de dar, de confiar, de compartir en igualdad.
Con tu desprecio, tu frialdad, tus vacíos, tus oídos sordos a mis manifestaciones; me ignorabas, no me considerabas, no me valorabas; pero tú perdías la capacidad de dialogar, de comunicar.
Yo he sido maltratada, mis heridas físicos y psiquicas son muchas, pero llegó un punto que mi dignidad apaleada, mi amor despreciado, mi seguridad anulada por el miedo, mis palabras silenciadas, mi autoestima vilipendiada…
no pudieron más,
se sublevaron y pidieron ser restauradas; porque a pesar de tu maltrato siguen vivas en mi interior, para darme el lugar que me corresponde como persona.
Tú, en cambio, que ejerciste de verdugo en mí, solo te quedas con odio, agresividad, incomunicación, frustración, resentimiento y alguien que por su actuar no tiene dignidad…
por tanto
¿quién perdió más?
de nada sirve que luego pidas perdón।
Tu comportamiento cíclico me sume en una situación de miedo constante, pendiente de tus reacciones, temiendo tu enfado, dependiendo de tu aprobación…
me siento destruida, físicamente con tus golpes que luego intentas suavizar con besos que detesto, aún recuerdo tu última agresión solo pude protegerme con los brazos y ya, no pude controlar nada, ni mi propio esfínter, quede vacía en todos los sentidos, porque en mí solo cabía el terror.
Psicológicamente no tengo fuerzas, ¿cómo las voy a tener si ya he creído tu propósito de dañar a mis hijos, a mi familia o matarme a mí misma si te abandono? Si aún sigo aquí, no es porque sea masoquista o disfrute con tu dominio, como algunos creen, me siento indefensa y si ya de por sí es difícil romper una relación, más en este caso que estoy destruida, yo tenía ganas de vivir, y eso me lo ha sustraído tu maltrato.
Pero hoy he decidido, temblando y temiendo tu vuelta, que ya no puedo continuar, ya me siento muerta, aquí en esta relación en la que solo ejerces tu poder sobre mí, y no el amor, no por ser rubia o morena, alta o baja, simpática o antipática, diligente o vaga,…
solo por ser mujer.
Por ello tus amenazas de muerte ya no son efectivas, no se puede matar a quien ya no esta viva, quiero volver a vivir, quiero sentirme libre y ahora que te escribo esto, me doy cuenta lo paradójica que es la vida, soy yo la maltratada, la ultrajada, la despojada; pero me doy cuenta que eres tú en un abuso de poder, fuerza y agresividad quien lo ha perdido todo.
Con tus golpes me doblegabas, me sometías, me horrorizabas, me sangrabas; pero tú con cada uno de ellos hacías añicos tu dignidad, porque nadie la posee cuando no es capaz de respetar.
Con tus gritos, tus insultos, tus amenazas; me anulabas, me ultrajabas, me humillabas; pero tú con cada uno de ellos te alejabas más y más de la felicidad, porque tu corazón no conocía el amor, solo el odio y la agresividad.
Con tus prohibiciones, tus imposiciones, tus celos, tu tiranía; me dominabas, me enclaustrabas, me aislabas; pero tú perdías la capacidad de dar, de confiar, de compartir en igualdad.
Con tu desprecio, tu frialdad, tus vacíos, tus oídos sordos a mis manifestaciones; me ignorabas, no me considerabas, no me valorabas; pero tú perdías la capacidad de dialogar, de comunicar.
Yo he sido maltratada, mis heridas físicos y psiquicas son muchas, pero llegó un punto que mi dignidad apaleada, mi amor despreciado, mi seguridad anulada por el miedo, mis palabras silenciadas, mi autoestima vilipendiada…
no pudieron más,
se sublevaron y pidieron ser restauradas; porque a pesar de tu maltrato siguen vivas en mi interior, para darme el lugar que me corresponde como persona.
Tú, en cambio, que ejerciste de verdugo en mí, solo te quedas con odio, agresividad, incomunicación, frustración, resentimiento y alguien que por su actuar no tiene dignidad…
por tanto
¿quién perdió más?
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